Soledad tiene 38 años, dos hijos nacidos por cesárea y prefiere que su apellido quede en el anonimato por la vergüenza que le da tener guatita delantal desde que subió 30 kilos cuando tuvo a su primer hijo hace 14 años.

“La cicatriz de la cesárea quedó horrible, en vez de quedar como una línea que debía ser cubierta por el calzón, mi abdomen parece un potito que cuelga sin que pueda hacer algo por remediarlo”, contó la secretaria.

Esa triste realidad no es rara en nuestra población: afecta a más de 250 mil personas y, de ellas, el 90% son mujeres que se han organizado en grupos que trabajan por obtener beneficios económicos.

Una agrupación que nació hace un año y siete meses es la Fundación Guatita Delantal Chile, con presencia de Arica a Magallanes y cuatro mil socias. Es presidida por Nelly Jara Gallardo, una terapeuta especialista en flores de bach de 55 años que mide un metro 62, y antes de tener su primero de cuatro hijos pesaba 55 kilos.

“Tenemos socias que sus guatitas le llegan a las rodillas y por eso tenemos kinesiólogos, preparadores físicos, sicólogos y nutricionistas que las están preparando para que vayan a cirugía. En diciembre van las dos primeras socias con abdómenes horribles y les pagamos el 100% de su operación”, contó.

La fundación consigue recursos con benefactores, empresas, fondos consursables, donaciones y actividades benéficas para así comenzar a costear de a poco las operaciones de sus socios que gracias a un convenio les sale $1.850.000 cada una.

Nelly ha compartido con cientos de mujeres y algunos hombres, con problemas similares y se ha hecho una película clara sobre sus diferentes calvarios. “Entre los casos más dramáticos que recuerdo está el de una socia que intentó suicidarse, y de otras que han estado flagelando sus guatitas…”.
¿Para qué hacen eso? Se hacen heridas en sus abdómenes para llegar a urgencia y que las operen.

Dramas. De acuerdo a la past president de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica, Monserrat Fontbona, “la abdominoplastía no es un tratamiento para bajar de peso, sino que es para corregir el exceso de piel, con o sin grasa, que queda una vez lograda la reducción de peso, que produce molestias funcionales en los pacientes, como dificultades para realizar las actividades diarias, y además muchas veces genera hongos e infecciones”.

Esa intervención también es el sueño de Carla Silva, de 43 años, una mujer de Renca que mide un metro 66, que llegó a pesar 125 kilos, que ahora está en 90 y considera que antes se veía mejor porque la piel que le cuelga la acompleja más que la gordura extrema que experimentó.

La comerciante confesó que la intimidad con su pareja es casi nula y que siempre apaga la luz por vergüenza. “Mi marido dice que me quiere como soy, pero yo no me gusto como me veo y estoy juntando dinero para poder acceder a una operación”, explicó.

En tanto la diseñadora gráfica Natalia Rodríguez, de 30 años, debió dejar la directiva de la Fundación Guatita delantal porque también estudia ingeniería industrial y no le alcanzó el tiempo.

Como muchas, el embarazo y la posterior cesárea fue el desencadenaste del problema de Natalia, pero ella, como toda la actual directiva del la fundación, pretende esperar que otras personas más afectadas se operen primero.
“Tenemos muchos casos que son bien fuertes y tremendos sobre mujeres que no tiene intimidad, tuvimos el caso de una mujer en Angol que ella nos contaba que le era súper complicado que llegara la noche y acostarse con su esposo porque no podían tener intimidad porque su guatita no la dejaba, para ella era complicado y le decía a su esposo que se fuera, que se buscara a otra mujer pero el marido la ha apoyado”.

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